ESPIRITUALIDAD REDENTORISTA

TERCER DOMINGO DE JULIO
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO REDENTOR

El tercer domingo de julio los Misioneros Redentoristas celebramos la solemnidad del Santísimo Redentor, titular de nuestra congregación y nombre que la Sagrada Escritura da a Dios y a su Hijo Jesucristo.

Bajo el amparo del mismo Redentor, los misioneros redentoristas fundados en 1.732, nos hemos convertido en una comunidad mundial con alrededor de 5.000 miembros en los 5 continentes.

Esta comunidad misionera que ha heredado la espiritualidad y el celo apostólico de su fundador, San Alfonso de Leguario, celebra su fiesta titular del Santísimo Redentor.

Vive profundamente el significado de su le congregacional: “En Él hay abundante Redención”

El evangelio de salvación que anunciamos los Misioneros Redentoristas por medio del trato cercano y cariñoso con la gente, hace visible el llamado de Dios mismo a todos los hombres y mujeres a una vida nueva por medio de la conversión y llevando al mundo la buena noticia de que “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que se salve por medio de Él” (Jn 3, 17). “Él que es la imagen de Dios invisible” (Col 1, 15)

Por eso CREER EN JESUS REDENTOR significa:

Estar convencidos que Jesús es el enviado del Padre (Jn 3,17; 4,34) que con su encarnación, vida y mensaje; pasión, muerte y resurrección nos ha liberado del pecado y ha restaurado nuestra amistad con Dios Padre.

Que, por su medio, el Padre se ha mostrado plenamente como: Un Padre amoroso que sólo desea el bien y la felicidad nuestra.

Que Dios quiere nuestra salvación y nos la ofrece de modo gratuito, a través de su Hijo, El Santísimo Redentor.


ORACIÓN

Oh Dios, que constituiste Redentor del mundo

a tu Unigénito, y por él, vencida la muerte,

nos restituiste misericordiosamente a la vida;

concédenos que, al celebrar esos tus beneficios,

nos adhiramos a ti con amor constante,

y seamos enriquecidos con los frutos de la misma Redención.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amen.

 



16 de octubre: Fiesta de San Gerardo Maiella, Patrono de la Maternidad.

    San Gerardo Mayela nació en Muro Lucania en el año 1726. Ardiendo en deseos de entregarse por completo a Cristo, fue admitido por San Alfonso en la Congregación del Santísimo Redentor como hermano coadjutor. Durante los 5 años que vivió en ella, se distinguió por su celo apostólico, su paciencia en las enfermedades, caridad con los enfermos y necesitados, humildad ante las calumnias, obediencia religiosa, austeridades corporales y asidua oración. El Señor los favoreció con los dones de curación, espíritu de profecía y comprensión de los misterios. Murió en Materdómini el año 1755. León XIII lo beatificó el 29 de enero de 1893, y fue canonizado por Pío X el 11 de diciembre de 1904.











ORACIÓN DE UNA MAMÁ A SAN GERARDO 

Glorioso San Gerardo, que reconociste en todas las mujeres a María Santísima, Madre de Dios; y con tu generoso apostolado procuraste llevarlas a la altura de tu misión femenina, bendíceme a mí y a todas las mamás del mundo.

Que sepamos ver en el vientre materno la cuna milagrosa de la vida humana; y aceptar el dulce peso y responsabilidad de entregarla siempre como nuestra colaboración más sublime a la obra del Creador.

Haz que seamos fuertes para mantener unidas nuestras familias, ayúdanos en el difícil deber de educar a los hijos, da a nuestros esposos el valor de la fe y del amor para que, con tu ejemplo y sostenidas con tu auxilio, seamos instrumentos de Jesús para lograr un mundo mejor y más justo.

Socórrenos especialmente en nuestras enfermedades y dolencias, y en cualquier necesidad; o al menos danos fuerza para aceptarlo todo cristianamente y lograr así ser imágenes de Jesús Crucificado, como lo fuiste tú.

En nuestros hogares danos la alegría, la paz y el amor.

Amén

Jaculatoria: San Gerardo, bendice el sagrado vientre materno donde nace y crece la vida, inestimable don de Dios.

 

26 de septiembre: Fiesta del Beato Kaspar Stanggassinger

La familia redentorista en todo el mundo conmemoramos la fiesta del sacerdote redentorista Beato Kaspar Stanggassinger, quien fue beatificado por Juan Pablo II el 24 de abril de 1988. Kaspar nació en Berchtesgaden, Alemania, el 12 de enero de 1871.

En 1890 ingresó al seminario diocesano, donde se dio cuenta de que el Señor lo llamaba a vivir su vocación, pero después de la visita de algunos redentoristas, se inspiró para seguir la vocación misionera. Fue ordenado sacerdote redentorista en 1895 y designado para la labor de formación de los futuros redentoristas. Consciente de sus luchas académicas, como estudiante y luego como profesor de seminario, reunió a grupos de jóvenes a su alrededor y los comprometió con la misión. Profundamente devoto de Jesús presente en la Eucaristía, Kaspar invitó a todos a acudir al Santísimo Sacramento en momentos de necesidad y ansiedad. Poco después de ser nombrado director de un nuevo seminario redentorista en Gars, Baviera, murió repentinamente de peritonitis el 26 de septiembre de 1899, a la edad de veintiocho años.

El santuario del Beato Kaspar Stanggassinger se encuentra en la iglesia Redentorista en Gars, Alemania.



San Alfonso María de Ligorio, fundador de la Congregación del Santísimo Redentor
Misioneros Redentoristas


EL AMOR EN LA ESPIRITUALIDAD DE SAN ALFONSO

La visión que tiene Alfonso sobre la estructura del amor no es fruto de profundas consideraciones especulativas, sino que brota de su propia vida espiritual y de las necesidades reales de la gente para la que escribía. Estos son los factores normales que determinan el desarrollo de sus ideas.

"Dios es Amor". Por tanto, el amor egoísta no es amor verdadero. Jesucristo dió su vida por amor. El amor quiere amor, estas primeras indicaciones las encontramos en: Una carta a las benedictinas de Polignano (Sep 1732), una poesía sobre el amor que Jesús tiene a las almas (1737), novena en honor de Santa Teresa (1743), y visitas al Santísimo (1744).

En la oración del día cuarto de la novena a Santa Teresa leemos: "Señor mío, ¿dime qué quieres de mí con todas las gracias que me concedes? Si, ya te comprendo... Porque tu me amas mucho, quieres que yo también te ame mucho y sea todo tuyo".

El amor hace que Dios busque nuestro amor y, como sabe que nos dejamos impresionar por los regalos, nos regala sus dones para ganar nuestro amor de esta manera. Alfonso reconoce que es realmente el amor que hemos recibido lo que pone en movimiento nuestro amor como respuesta a Dios.

La primera obra grande, después de las Glorias de Maria, el amor de las almas (1751), expone: El amor suscita amor; Dios quiere nuestro amor porque nos ama. Jesucristo, quiso sufrir tanto no sólo para salvarnos, pues para salvarnos, bastaba una sola oración suya, sino para hacernos entender el amor que nos tenía y conquistar así nuestro corazón (Consideraciones y afectos sobre la Pasión de Jesucristo) 

Alfonso por primera vez en la novena de navidad (1758) formuló esta tesis: "El que ama, no ama más que para ser amado". Desde esta fecha la frase vuelve a aparecer en los sermones sobre la encarnación, la pasión y el amor.

 A partir de ahora, el pensamiento de que el amor pide amor como respuesta y precisamente por el don de si mismo por amor, aparece ya regularmente en las obras de Alfonso. Esta noción del amor desinteresado fue siempre para él, el ideal de la perfección (Reflexiones devotas 1773).

 El amor mutuo tal como lo hemos descrito hace que en la ascética de Alfonso el amor aparezca de una manera especial como respuesta de amor. La idea de que el amor es un anhelo de unión es una idea básica para Alfonso desde el principio. La enfatiza especialmente en relación con la Eucaristía y con la sumisión a la voluntad de Dios (Máximas eternas 1728).

 ¿En qué consiste esta unión? Alfonso conoce dos clases de unión de amor; una afectiva y otra efectiva. La afectiva, es el principio de la efectiva, pero ambas son unión de voluntad.

 Toda la perfección del amor a Dios consiste en que unamos nuestra voluntad, con su voluntad santísima. La doctrina de la perfección consiste en un servicio al amado y en un desprendimiento total de si mismo, entonces, el amor es entregarse, el verdadero acto de amor consiste en el don de si mismo. 

Esta manera de pensar le llevará a Alfonso a decir que Dios se entrega completamente al hombre hasta olvidarse de si mismo; ahora podemos entender porque Alfonso dice: "Que Cristo se entregó a nosotros perdiendo su vida en la cruz". No quiere decir que, dando su vida, el don de Cristo se completa, sino que, renunciando a su vida, Cristo la pone a nuestra disposición, para que podamos servirnos de ella.

De la misma manera nosotros nos entregamos a Dios "renunciando a nuestra voluntad propia". Por eso, la renuncia es la base del desprendimiento en la entrega (Práctica del amor a Jesucristo).

Alfonso destaca continuamente que una simple acción de Cristo habría sido suficiente para redimirnos. Entonces, ¿por qué de hecho nos redimió con tanto sufrimiento? "Lo que era suficiente para la redención, no era suficiente para el amor".  Para Alfonso el amor es el punto central de la redención. La razón está en la idea que Alfonso tiene del amor: El amor es un impulso a entregarse para ganar el amor del otro, por tanto, para Alfonso la encarnación es sólo un paso necesario para la pasión y la redención (Novena de navidad).

Allí leemos: "Siendo Dios se hizo hombre; siendo grande se hizo pequeño; siendo señor se hizo esclavo; siendo inocente se hizo culpable; siendo fuerte se hizo débil; siendo suyo se hizo nuestro; Siendo feliz se hizo atribulado; siendo rico se hizo pobre; siendo sublime se hizo humilde.  

Estos textos indican muy claramente la idea que tiene Alfonso: El don de Cristo a nosotros, consiste en que desde el comienzo de su vida se entrega al sufrimiento de la vida y de la muerte para redimirnos de esta manera; al entregarse por nosotros se nos da totalmente. La cumbre de todo, es el don de si mismo en la Eucaristía. 

Para Alfonso, la Eucaristía no es una unión sólo de simple afecto, sino que es una unión verdadera y real. Alfonso nos ofrece en todos sus escritos tres pasos en el crecimiento de la vida espiritual: La conversión, el desprendimiento y la perfección.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

¿Cuál es el motivo de nuestro amor a Dios?

EL AMOR EN LA ESPIRITUALIDAD DE SAN ALFONSO

Reflexionemos:

1. A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS (Mateo 22, 34 – 40)

¿Cómo son las relaciones entre dios y el hombre, al interpretar la fuerza de la nueva ley?

¿Cómo se refleja el amor de Dios para con los hombres?

2. En base a: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.

1 Juan 4, 16. 

“si ha fallado el hermano, digámoselo con caridad y con claridad. Si hemos fallado nosotros, alegrémonos de que alguien nos haga el buen servicio de amor de decírnoslo. Y no olvidemos nunca: ¡hace falta más amor para corregir que para alabar!”

“Viendo en todo a Jesús, encontraremos sentido a nuestra existencia. Amaremos más y, nos sentiremos más amados. Por lo tanto, viviremos ya que vivir es amar. ¡Quien no ama, permanece en la muerte!”­

San Alfonso y María, Madre de Dios

Pe. Michael Brehl CSsR (Superior General)

Introducción

Se dice que la historia de cada vocación es muy diferente de una persona a otra, pero todas tienen un punto en común: la intervención delicada, pero decisiva, de María. Sin embargo, entre los santos hay algunos que han vivido esta relación con María, la madre de Jesús, mucho más intensamente. Hay algunos para los que su relación con María es ante todo la de un hijo, o una hija, con su madre. Entre estos “santos marianos” ciertamente tenemos que poner a San Alfonso. Pero esto no disminuye en modo alguno la absoluta centralidad de la persona de Jesucristo en su espiritualidad, teología y moral. El centro de su vida es claramente “cristológico”.

San Alfonso creía que, porque Dios nos ha dado a Jesús por medio de María, para nosotros el camino más seguro para llegar a Jesús es por medio de María. De hecho, Alfonso es plenamente “mariano” porque es plenamente “cristológico”. Esta es la base primera y fundamental para hablar de San Alfonso y María.

– Vida en familia, ambiente familiar, cultura, educación de Alfonso

En el tiempo de la infancia y adolescencia de Alfonso, en Nápoles había 214 santuarios dedicados a María. Como patrona de la ciudad de Nápoles era la Virgen del Carmen, la “Madonna Bruna” (Virgen Morena).

Los padres de Alfonso vivían y respiraban esta cultura mariana que marcó a su hijo. Alfonso nació en su casa de campo de Marianella. Fue bautizado por insistencia de su madre en “Santa Maria dei Vergini”, y fue consagrado a María recibiendo el nombre de María como segundo de los nueve nombres que le pusieron.

A Alfonso le enseñaron a rezar ante varias estatuas e imágenes de María, y especialmente a rezar el rosario. Al obtener el doctorado en 1713 en la universidad Nápoles, hizo el “voto de sangre”, el voto de defender el privilegio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Para él esto no fue una simple formalidad. Años después renovó el juramento que había hecho tan solemnemente a los 16 años y en las Glorias de María explicó su significado.

Desde 1715 era miembro de la Congregación de Santa María de la Misericordia y también de la Congregación de la Visitación. En agosto de 1723, el “año de su conversión”, después de perder el pleito de Amatrice, y después de haber participado en la novena y en la octava de la Asunción, decidió abandonar el ‘mundo’ y consagrar su vida a Dios, dejando su espada, señal de nobleza, en el altar en la iglesia de nuestra Señora de la Merced. Años más tarde, mirando una imagen de la Virgen de la Merced, dijo que “fue ella la que me sacó del mundo y me hizo abrazar el estado clerical”.

Siendo todavía seminarista se inscribió en la Compañía de Santa María Sucurre miseris, socorro  de miserables. En 1729-1730 subió al pequeño santuario de ‘Santa Maria dei Monti’, más arriba de Scala, donde pudo leer los misterios de la Redención en la ‘Madonna’ con el Niño en un brazo y la Biblia en el otro. Aquí tuvo la inspiración de su proyecto misionero.

Y también sabemos de las muchas experiencias extraordinarias de María que marcaron su vida: las apariciones de María y sus palabras en la gruta de Scala; las experiencias en Foggia, Amalfi, Castel S. Giorgio, Arienzo y en muchos otros sitios.

En 1762, cuando estaba en Roma para ser ordenado obispo, hizo una peregrinación a Loreto; por lo que sabemos fue la única peregrinación formal que hizo.

En 1787, cuando estaba muriendo en Pagani, tuvo en sus manos una imagen de María. Y al toque del Angelus exhaló su último suspiro.

No puede caber duda del amor que Alfonso sentía por María, la Madre de Jesús. Su vida estuvo siempre marcada por su constante presencia. La sentía como su propia madre. Si se piden más pruebas de esta relación madre-hijo, basta ver sus escritos sobre la Virgen, sus oraciones, los cuadros que pintó, las canciones que le dedicó.

Pero este amor a María siempre lo vivió en el contexto de Jesucristo como centro absoluto de su vida. Creía, y lo demostró, que no hay teología o espiritualidad mariana separadas de la cristología. Es Jesucristo quien está en el centro y sólo a partir de él tiene significado la devoción mariana.

– La devoción mariana en la cultura de aquel tiempo

Es importante recordar que, en el contexto de la piedad popular en el Nápoles del siglo XVIII, la Virgen María ocupaba un puesto muy importante. Los 214 santuarios a ella dedicados en la capital son una prueba, igual que las prácticas de devoción, especialmente el rosario y el escapulario, y el arte y la música. Y, sin embargo, algo estaba cambiando.

Entre las clases educadas, incluidas algunas autoridades eclesiásticas y teólogos, crecía un sentimiento antimariano. Esto se debía al impacto de la ilustración, a la influencia creciente del espíritu y de la teología jansenistas y a lo que se consideraba excesos marianos de la época anterior a la reforma que, según algunos, ponían a María en el “puesto de Cristo”.

La influencia creciente de la espiritualidad jansenista criticaba la devoción popular a la Virgen por un excesivo sentimentalismo y una confianza equivocada en el poder de María para proteger y salvar. Quienes estaban influenciados por la teología jansenista se sentían especialmente provocados por el título, “equivocado y pernicioso”, de María “esperanza nuestra”. Otro título que provocaba la rabia de los jansenistas o de la escuela rigorista era el de María “Madre de misericordia”. Esta escuela de espiritualidad estaba totalmente en contra de la ‘peligrosa’ doctrina de la Inmaculada Concepción, como una ofensa de la divina justicia ante la corrupción común de toda la naturaleza humana. Este era el clima en el que San Alfonso no sólo continuó a practicar personalmente una viva devoción mariana, que siempre es fuente de vida, sino que con gran celo la promovió para todos como camino seguro para llegar a Jesucristo, redención abundante, y a una vida moral cristiana.

Para Alfonso la devoción a la Virgen no fue simplemente una decisión personal o estética, sino la opción clara por una teología ortodoxa de misericordia y de gracia que lleva a la comunión con Jesucristo Redentor.

– María en el arte, la literatura y la música

En la cultura napolitana en tiempo de San Alfonso, María era presentada muy frecuentemente como una figura regia, poderosa y distante. Estaba puesta sobre un pedestal. Ciertamente era un modelo que debía ser imitado, especialmente por las clases más altas, en su cultura, hermosura, castidad, etc. Pero era presentada como algo alejado de la experiencia diaria de la gente ordinaria, especialmente los pobres. Las imágenes y las estatuas de María estaban generalmente coronadas, vestidas con esplendor, incluso con un cetro. Así era la imagen de la Reina; como la “Infanta” de la familia real española, o como la gran Reina Católica, Isabel.

Los himnos a la Virgen generalmente estaban en latín y con música complicada. Podemos pensar en algunas ’Avemarías’ que todavía se cantan hoy en conciertos. Como modelo, el énfasis se ponía en imágenes de ‘amor cortesano’, castidad, obediencia, pasividad.

Alfonso ante María tiene un enfoque muy diferente. Consideremos los cuadros que pintó de ella: María es una joven, con vestido de campesina, con una sonrisa delicada. Ciertamente no es un retrato de corte. O los cuadros que él encargó y que usaba en las misiones, como el de la Divina Pastora, del que hay una copia grande en el monasterio de Santa Ágata, un regalo que él hizo a las monjas. En este cuadro María lleva sombrero de paja, igual que su Hijo, el Redentor. Y están rodeados de ovejas. María es una pastora – que cumple una misión y un ministerio y parece sentirse muy contenta de guiar las ovejas a su Hijo que está jugando con ellas.

Pensemos en las canciones que Alfonso escribió en napolitano o en italiano y que el pueblo ordinario podía cantar y canta todavía hoy: canciones de cuna para el Niño Jesús, Tu scendi dalle stelle, una canción a Jesús en la que María tiene un papel importante; O bella mia Speranza, que va directamente en contra de las reservas jansenistas sobre la esperanza y da a la gente ordinaria una sensación de optimismo lleno de confianza.

Los campesinos y los pobres, entonces como ahora, con frecuencia comprobaban que quienes los aman no tienen poder para ayudarles y que los que tienen el poder no los aman. Alfonso presenta a María y al Redentor como quienes los aman y tienen el poder para ayudarles. Esto es revolucionario. Una ‘Madonna’ que es pastora, en medio de las ovejas, con el olor de oveja en su vestido y en su delantal, es un símbolo fuerte de una mujer que está haciendo un trabajo generalmente reservado a los hombres. Una madre que canta una canción de cuna a su hijo que tiembla de frío. Una joven que recibe el Espíritu Santo, sin entender bien todo lo que eso va significar.

– Alfonso y su teología y espiritualidad de María

En esta presentación no puedo desarrollar completamente la teología y la espiritualidad que Alfonso presenta en sus muchos libros, sermones, tratados, además de en sus oraciones y en su arte. Por eso, brevemente, quisiera subrayar algunos elementos de su espiritualidad mariana que creo que, todavía hoy, son importantes. Comenzaré examinando los títulos que usó con más frecuencia al tratar de María.

a. Títulos preferidos para María

Madre

Por encima de todo Alfonso se refiere a María como ‘Madre’. Esta es la palabra que usa siempre que la nombra. Sabía muy bien que cuando Jesús desde la cruz confió María al discípulo amado, estaba ante todo confiando el discípulo a su madre. Alfonso comprendió que Jesucristo estaba enviando a María con una misión: la de ser madre de todos los creyentes. María es misionera. Y es su cuidado maternal lo que proporciona el marco para toda devoción mariana.

Este énfasis de Alfonso encuentra eco en el Papa Francisco. El P. Majorano habló de este parecido en una entrevista a principios de este año. Este énfasis particular de la misión confiada a María desde la cruz está mencionado explícitamente en Evangelii Gaudium (nn. 285-286). El Papa Francisco dice que hay “un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño” (E. G. n. 288).

Por eso no hay que admirarse de que, cuando visitó Nápoles, Francisco se refirió a Las Glorias de María con respeto y afecto.

Madre de Misericordia

Después del nombre solo de ‘Madre’ e íntimamente unido a él, Alfonso invoca a María como ‘Madre de misericordia’. Este título se encuentra a todo lo largo de sus escritos, prácticamente en cada página de Las Glorias de María y en muchos de sus sermones y oraciones. Siendo madre, María no puede ser más que ‘Madre de misericordia’. Su único deseo es comunicar a todos la divina misericordia y la redención. Como alguien ha escrito comentando a Alfonso, en María la justicia de Dios y su compasión/misericordia se encuentran.

Para Alfonso, María, como Madre de misericordia, no sólo se preocupa de nuestras almas, sino que también nos invita a las obras corporales de misericordia y cuida de la persona completa, cuerpo y alma. Alfonso perteneció a la Misericordiella, una asociación piadosa que cuidaba de los pobres, visitaba a los enfermos, acompañaba a los condenados a muerte.

Alfonso cuenta muchos ‘esempi’, ejemplos de la misericordia de María para con los pobres abandonados. Y escribe la primera parte de sus Glorias de María como un comentario de la Salve Regina, Mater Misericordiae. La misericordia de María brota de su misión de ser nuestra Madre, madre de todos los creyentes, la misión que le fue confiada desde la cruz. Como hijos e hijas de tal madre, somos llamados a practicar nosotros mismos las obras de misericordia.

Quizás ha sido providencial que el Santo Padre haya proclamado el jubileo extraordinario de la Misericordia cuando nosotros estamos honrando a nuestra Madre del Perpetuo Socorro. Verdaderamente es una oportunidad ‘Redentorista’ y para nosotros es también una oportunidad ‘mariana’.

María, esperanza nuestra

Parece que ningún otro título de María podía despertar la ira de la escuela jansenista y rigorista como éste: María, esperanza nuestra. Con una visión tan pesimista de la naturaleza humana y con la convicción de que sólo unos pocos se salvan, para ellos era herejía hablar de María como nuestra esperanza. Sólo Cristo es nuestra esperanza, y aun así lo mejor es no ser presuntuosos, porque ya está determinado quiénes se salvarán y para los demás no hay esperanza.

Por esta razón, al escoger para la portada de Las Glorias de María un dibujo de la Virgen con las palabras Spes nostra – Esperanza nuestra – Alfonso estaba haciendo una evidente declaración de su convicción de que la Redención de Dios es abundante, para todos. Y que la misericordia de Dios no tiene límites. María es, por eso, para nosotros una señal de esta esperanza: O bella mia speranza.

La esperanza de Alfonso no es presuntuosa, porque está convencido de que Dios da a todos la gracia de rezar y de que todo el que reza recibirá las gracias necesarias para la salvación. Igual que una madre nunca desespera de sus hijos, tampoco Dios nunca nos cierra la puerta. Y María es señal y garantía de esta esperanza para cada uno de nosotros.

Inmaculada Concepción

Como todos saben, Alfonso escogió a la Inmaculada Concepción como patrona de su nuevo instituto. Estaba convencido de este único privilegio de María, concedido para prepararla para ser un digno templo del Espíritu Santo y Madre de Dios. Pero también creía que este privilegio fue concedido a María como señal de esperanza para nosotros – lo que ella recibió desde el principio es lo que también nosotros esperamos recibir – copiosa redemptio – abundante redención. A María la gracia de la redención la libró de caer. A nosotros la gracia de la redención puede levantarnos después de haber caído.

La Inmaculada Concepción demuestra claramente lo que Dios puede hacer con nuestra naturaleza humana frágil y herida. Porque María también fue redimida como también nosotros. De nuevo los jansenistas y rigoristas gritan contra la Inmaculada Concepción. La naturaleza humana está corrompida sin esperanza y todos están condenados. Alfonso no podía aceptar esta visión pesimista de la humanidad ni una noción limitada de la gracia y de la misericordia de Dios.

En su defensa y explicación apasionada de la Inmaculada Concepción, Alfonso defendió dos principios muy importantes de la teología católica: el sensus fidelium, el sentido de los fieles, y la intervención siempre presente del Espíritu Santo que guía la Iglesia en la doctrina y el culto. La revelación no es un momento estático en el tiempo, algo que pasó una vez. Al contrario, el Espíritu Santo sigue guiando la Iglesia y el Pueblo de Dios por la fe y la piedad popular, la doctrina y el culto.

 Socorro de los miserables

Creo que no fue por una casualidad que Alfonso se inscribiera en la asociación piadosa de Santa María Sucurre miseris cuando fue aceptado en el estado clerical por la archidiócesis de Nápoles. En esta asociación continuó practicando obras concretas de ayuda, obras corporales y espirituales, en favor de los abandonados y de los pobres.

En sus escritos con frecuencia Alfonso se refiere a María como Socorro de los miserables y de los pobres. ¿Estaba Dios preparándonos providencialmente por esta experiencia de Alfonso para aceptar el Icono del Perpetuo Socorro? Alfonso no conoció está devoción ni este Icono personalmente, a no ser que por casualidad hubiera visitado la iglesia de San Mateo cuando estuvo en Roma para su ordenación episcopal. Pero el Icono del Perpetuo Socorro ciertamente contiene todos estos misterios de maternidad, misericordia, redención, esperanza, ternura y perpetuo socorro.

Nuestra Señora de la Merced

No podemos olvidar que Alfonso dejó su espadín de caballero a los pies de la Madonna della Mercede, la ‘Madonna del Rescate de cautivos’, de la Redención, de la Misericordia. En ese gesto podemos ver como un anticipo y promesa del Instituto que más tarde fundaría. Desde el mismo principio María marcó su vida, sus sueños, su misión y la nuestra.

Reina de los Apóstoles

Alfonso honró a María como su reina y creía que ella había cambiado lo que significa ser reina. En su comentario a la Salve Regina la invoca con este título. Pero hace notar que la verdadera dignidad real consiste en el servicio. María es la reina que tiene el poder de ayudar a los pobres, la reina que conoce y ama a los pobres. Ya no están abandonados. Como Reina de los Apóstoles los busca, y acompaña cada misión.

b. Obras de Alfonso sobre María

Alfonso escribió muchas obras dedicadas a María o sobre María. Como escribe en la introducción de Las Glorias de María, y lo repite en varias ocasiones, “Hay algunos que presumen de amar mucho a esta bendita Madre, pero después poco hablan de ella y no hablan con ella todos los días. Esto es prueba de poco amor”. Ciertamente esto no se podría decir de Alfonso. Incluso en las obras que no están dedicadas especialmente a María, apenas hay una página que no tenga una oración, una referencia o un ejemplo invocando su presencia. Sin embargo, el contexto en el que Alfonso habla y escribe de ella es el contexto de su teología cristocéntrica, como cristocéntrica es su espiritualidad, su moral y su devoción. Jesucristo siempre está en el centro.

Dos buenos ejemplos de esta mariología cristocéntrica son las Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima y Las Glorias de María. Estas dos obras, que son de los libros más populares de Alfonso, están dedicadas a Jesucristo:

¡Amantísimo Redentor y Señor mío Jesucristo! Yo, miserable siervo tuyo, sabiendo el gusto que te da quien se esfuerza en glorificar a tu santísima Madre, a la que tú tanto amas y tanto deseas ver amada y glorificada por todos, he pensado publicar este libro mío que habla de sus glorias. Y por eso no sé a quién dedicarlo mejor que a ti a quien tanto importa la gloria de esta Madre.

Alfonso quiere que sus escritos y oraciones a María aumenten la confianza que sus lectores tienen en la copiosa redemptio, que su amor y su devoción a la Madre de Jesús sean más profundos; quiere corregir los errores y exageraciones de los jansenistas y rigoristas y ofrecer a los predicadores consideraciones útiles para ayudarles no sólo a hablar de María sino también a hablar con ella y así mover a otros a un mayor amor y confianza en ella.

Entre sus obras más populares sobre María tenemos:

                      1 Oraciones a la Virgen María para cada día de la semana

                        2 Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima

                        3 Las Glorias de María

Pero Alfonso escribió también muchos más tratados, más pequeños, sermones, cartas y artículos en sus obras mayores. Y también con frecuencia escribe un pensamiento sobre María, o una oración a ella, en sus obras, por ejemplo, en la Práctica de amar a Jesucristo.

Alfonso y la práctica pastoral con María

En Alfonso toda su vida de oración, su vida de escritor, su piedad, toda su actividad es esencialmente misionera. Por eso, no es de extrañar que considere a María como la primera y la más grande misionera que debe acompañar a los Redentoristas en todas sus misiones. Está convencido de que María tiene el poder de atraer a los más endurecidos pecadores a Dios y a su divina misericordia. La compara a Rut, que recoge en el campo las espigas que los segadores habían dejado. Está convencido de que para María nadie puede ser pasado por alto por muy pecador que sea, humilde, pobre, abandonado, sin educación o desagradable.

María misionera

Como dije antes, al considerar a María como la discípula misionera por excelencia, Alfonso prepara el camino para una mariología más madura. Esta mariología encuentra eco en los escritos del Papa Francisco, especialmente en Evangelii Gaudium. 

En Brasil, ustedes saben que María, nossa Mae Aparecida, ha acompañado a los misioneros redentoristas a lo largo y a lo ancho de este país. Igualmente la Madre del Perpetuo Socorro, en Brasil, y en otras naciones de América Latina y, sin duda, en todos los continentes, ha demostrado ser la presencia misionera más eficaz en el anuncio de la copiosa redemptio para todos, pero especialmente para los pobres y abandonados.

Lo más importante es que hablemos con María y enseñemos e invitemos a los demás a hacer lo mismo. María no es sólo nuestro modelo, sino también nuestro socorro, nuestra intercesora, nuestra amiga y, sobre todo, nuestra Madre.

Nuestra constitución 32 expresa bellamente este espíritu que, como lo espero, animará la celebración de este año jubilar.

Consideren a la Bienaventurada Virgen María como su modelo y socorro, pues Ella, sierva del Señor, al recorrer el camino de la fe y abrazarse de todo corazón a la voluntad salvífica de Dios, se consagró por entero a la persona y a la obra de su Hijo, y cooperó y sigue cooperando al misterio de la redención, como perpetuo socorro en Cristo para el pueblo de Dios. Por tanto, trátenla como Madre, con piedad y amor filial.






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